Arte. Una exposición interesante
Es infinito el número de ruedecitas cerebrales que pugnan por marcar una hora revolucionaria en el eterno reloj del tiempo.
De día en día el sincronismo entre el sonido y la imagen es más perfecto; entre el sonido y la imagen, entre el grito y la rebelión, entre la teoría y la práctica. Cada alzamiento en armas de un pueblo de la Península marca un minuto más que nos aproxima a la hora, a nuestra hora. Mientras tanto, los mecanismos más diversos acomodan sus ritmos, los suman en uno solo: en el ritmo sublime de la revolución.
Una ruedecita del engranaje cerebral del movimiento rebelde hispano es Eleuterio Blasco.
Tiene veinticinco años y viene de abajo, de ese explotado maremágnum de cabezas –germen de futura sociedad humana- que es el pueblo. Proletario él y proletarios su genitores.